BARROCO

La palabra “Barroco” proviene del término portugués “barrueco”, que en el siglo XVI designaba una perla de forma irregular. A mediados del siglo XVIII, el vocablo comienza a aplicarse a las artes, con sentido peyorativo, ligado con la extravagancia y la exageración de sus manifestaciones. 
De los dos rasgos típicos del Renacimiento: la exaltación del mundo y del hombre, y el conocimiento y admiración de la antigüedad clásica, el Barroco sustituye el primero por una enérgica desvalorización de la vida presente y de la naturaleza humana; en cuanto al segundo, la cultura grecolatina sigue siendo admirada, pero sus principios estéticos (armonía, sencillez, etc.) ceden paso a un criterio completamente distinto. 
El siglo XVII señala la pérdida de la supremacía política española. España continúa siendo hasta la muerte de Felipe II (1598) la primera potencia europea, pero con la subida al trono de Felipe III se inicia un período de descomposición interna que no hace sino acelerarse durante los reinados de Felipe IV y Carlos II. La miseria se va apoderando de la sociedad española y una serie de derrotas en el extranjero terminan con buena parte del Imperio. Desde mediados de siglo, España se ve sustituida por Francia en la dirección de los asuntos europeos y al finalizar el siglo ya no es sino “el esqueleto de un gigante”. 
Frente a tal estado de cosas, el espíritu español adopta dos actitudes totalmente opuestas: 
· Están, en primer lugar, quienes, movidos por una aguda conciencia de la dolorosa realidad, reaccionan con doloroso pesimismo.  
· Pero mientras unos pocos advierten la ruina de España, los más buscan embriagarse con los placeres de una vida superficial o refugiarse en un mundo falso de bellas ilusiones y fantasías novelescas, cerrando los ojos a la realidad. El fastuoso lujo de la corte de los Austrias indica bien a las claras la alegre inconsciencia de la mayoría del pueblo español. 
He aquí, pues, una de las causas que dan lugar a que la literatura española del siglo XVII ofrezca el violento desequilibrio que suponen tan radicales contrastes, y se mueva entre bellas fantasías e implacables alusiones a la terrible realidad. 
Al llegar el siglo XVII, la vida deja de verse como una brillante fiesta en la que el hombre puede participar sin incertidumbre, y se convierte en un doloroso problema. Vuelven a plantearse multitud de cuestiones que el Renacimiento había evitado o resuelto a su modo, y una angustiosa incertidumbre, acompañada de una formidable tensión espiritual, viene a sustituir a la tranquila seguridad vital del período renacentista. 
España experimenta como ningún otro país este cambio de rumbo gracias al profundo arraigo que en ella alcanzan las ideas de la Contrarreforma. La noción cristiana del pecado original se instala de nuevo en la mente de todos y la bella ilusión humanística de la bondad natural del hombre se quiebra para dar paso a un radical desengaño. A la confiada exaltación renacentista de la vida presente, sucede una ascética desvalorización de todo lo terreno, que se complace en poner de relieve su inevitable caducidad. Al antiguo optimismo sucede una honda melancolía. 
Se compara la vida humana a un sueño, a una breve representación teatral, a una efímera rosa; la imagen de la muerte es ahora rigurosa advertencia. La idea de la fugacidad de lo terreno y de la apariencia engañosa de las cosas se impone a todos con tal dominante fuerza, que la doctrina del desengaño se convierte en el núcleo del pensamiento moral que orienta la literatura del siglo XVII. 
Desilusión, desconfianza, desengaño, pero, al mismo tiempo, desenfrenado goce de placeres sensoriales. La progresiva desorganización política, social y económica favorece el nuevo estado de cosas y, a pesar de las advertencias de unos pocos y de que las ideas de la Contrarreforma son compartidas por todos, la sociedad española experimenta, en sus varios sectores, un considerable descenso del nivel moral. 
Las clases altas, atentas solamente al logro de una vida confortable, se dejan arrastrar por un exagerado apetito de lujo y de placeres. En cuanto a las clases bajas es de notar la presencia de una miserable multitud de vagos, mendigos y delincuentes, producida por las guerras y la indiferencia del gobierno.






ALGUNOS CARACTERES ESENCIALES DEL BARROCO EN LITERATURA

1)Sustitución de la belleza clásica, severa y serena, por un arte acumulativo, que pretende impresionar los sentidos y la imaginación con estímulos poderosos, fuera de lo común.
Las Meninas - Diego Velázquez


2)Consecuencia de lo anterior es la tendencia hacia lo exagerado y desmedido (hipérbole).
3)Violencia dinámica, movimiento, tensión, vehemencia y apresurada sucesión de ideas y de imágenes, que reemplazan la tendencia estática, lógica y ordenada del arte clásico.
4)Cultivo del contraste, claroscuro (en las artes plásticas, fundamentalmente en la pintura), que se manifiesta en lo literario con el enfrentamiento de contrarios, el placer de la antítesis, la contraposición de lo hermoso y lo feo, lo religioso y lo sensual, lo refinado y lo vulgar, lo trágico y lo cómico, lo estilizado y lo grosero.
5)Artificiosidad y rebuscamiento, nacidos de la búsqueda de lo raro y original, que conducen a un arte de exquisitas excelencias formales y, consecuentemente, dirigido a las minorías.
Martirio de San Andrés - Juan de Roelas
6)La falta de equilibrio en el carácter de los temas y en el empleo de los medios expresivos, servida por el afán de contraste, lleva asimismo a dos resultados opuestos: a) unas veces a la deformación caricaturesca de la realidad, a la que desfigura por el camino de la degradación; b) otras, a la idealización estilizada, que es capaz de convertir en objeto de refinada elaboración hasta los seres más bajos y vulgares.