Las instituciones y los ideales característicos de la Edad Media comienzan a decaer, surgiendo, en su lugar, nuevas formas de concebir la sociedad, de ver el papel del hombre frente al conocimiento, frente a sí mismo.
Esta época, tan malamente bautizada ya que su nombre alude únicamente a la revitalización de los ideales greco-latinos y, realmente, entraña mucho más, abarcó un número impresionante de realizaciones en todos los campos del saber e incorpora, fundamentalmente, un nuevo ideal de conocimiento: el humanismo.
En latín la palabra “humanitas” significaba cultura, por eso los estudiosos del Renaci-miento serán los humanistas. Pero la palabra “humanitas” también significa una cierta elegancia moral, una cortesía, una sabiduría y dignidad que hacen al hombre verdaderamente “humano”.
Uno de los factores que contribuyeron al desarrollo del humanismo fue la caída de Constantinopla en poder de los turcos (1453). Este suceso provocó la emigración de sabios bizantinos y griegos que llegaron a Occidente con su caudal de textos y conocimientos literarios.
El término “humanismo” implicó, para los habitantes de la época, el convencimiento de que sólo la educación basada en la lectura de los clásicos, en el conocimiento de la historia y en la preocupación por todas las inquietudes intelectuales, podía dotar al hombre de una conducta pública y privada que atendiera, al mismo tiempo, a la elevación personal logrando el goce individual como, asimismo, el bienestar de la comunidad. El humanismo reúne pues, en sus aspiraciones y en sus logros, la destreza literaria, la erudición histórica y la sabiduría moral.
El humanismo renacentista se inició en Italia. Erasmo de Rotterdam (1466-1536) fue uno de los humanistas más destacados y el inspirador de toda una línea de pensamiento que influyó mucho en la primera mitad del siglo XVI. Su obra más importante es el “Elogio de la Locura” (1509). Escrita en latín, en primera persona, pone en boca de la Locura o Necedad un ataque satírico a las costumbres de la época. El estilo de Erasmo se caracteriza por su agudeza satírica y por el empleo de la ironía.
El humanismo fue cosmopolita. Su lengua es el latín. Su literatura imita a Horacio, Ovidio, Marcial, Virgilio, Cicerón, etc. Es decir que la influencia griega es menos marcada que la latina. A mediados del siglo XVI el movimiento comienza a agotarse y termina siendo superado por las literaturas nacionales escritas en lenguas vernáculas.
El Renacimiento se nos plantea como un cambio profundo en las instituciones e idea-les que primaron en la Edad Media, como un ingreso a la modernidad que implica la imagen de un hombre que se siente centro del universo (antropocentrismo), de un hombre que gusta de la singularidad, la sensualidad, el gozo de vivir, que tiende a la idealización lo que no le impide el cuestionamiento a los dogmas, que siente pasión por la naturaleza y que orienta todo ese caudal conceptual y emotivo hacia su representación mediante el lenguaje y el arte.
Las artes plásticas buscan la belleza armónica y equilibrada de las formas. Para el hombre renacentista la belleza es orden, equilibrio, simetría y armonía.
Hay una nueva situación social para el artista: se independiza, adquiere autonomía y conciencia de sí, en una muestra del individualismo; pasa a ser un creador. Tiene, ahora, clientes; la Iglesia sigue siendo el cliente principal, pero a esta se le suman los nobles y los burgueses. Hay un afán de afirmación de la autoría, incluso comienzan a aparecer en sus obras.
En la pintura se idealiza la figura humana. El cuerpo humano es revalorado como manifestación de belleza (por ejemplo: desnudos en el arte).
Hay un interés por el mundo clásico pagano. En la mitología los artistas ven la representación de un mundo ideal de belleza y armonía. Los dioses y diosas que aparecen en las pinturas son la representación de una humanización ideal.
La naturaleza adquiere una realidad propia, puede ser analizada y comprendida, a diferencia de la Edad Media en que la naturaleza era sólo una alegoría de Dios. Pese a esto, no hay pinturas renacentistas que plasmen sólo la naturaleza, siempre aparece la figura humana en primer plano, aunque el paisaje que la rodea está trabajado cuidadosamente.
Hay una reivindicación del mundo porque es el ámbito de la realización humana, y como tal, es concebido por el hombre renacentista como un lugar armonioso regido por el amor (concepción platónica), entendido éste como una fuerza espiritual que anima a todo lo vital y mantiene la armonía de todo lo existente. Se sobrevalora la vida terrena en contraposición a la celestial, lo cual es producto de un claro enfriamiento del fervor religioso que caracterizaba a la Edad Media. La tradicional distinción cristiana alma-cuerpo se sustituye por la división razón-pasión, esta última como motor de la actividad del hombre.
Se busca conocer este mundo, a diferencia de la época medieval. El hombre renacentista tiene un afán de verlo y conocerlo todo, y ese conocimiento tiene un nuevo criterio: la experiencia. Por eso, es un conocimiento asistemático: lo exploran todo en forma desordenada. La curiosidad es una de las características principales del hombre renacentista, quien tiene una actitud muy abarcadora. Un ejemplo de esto se da en Leonardo da Vinci (1452-1519), quien es considerado un genio universal porque tuvo una actuación notable en el arte y en las ciencias.
Así como no dejan ninguna vía por explorar, tampoco dejan ningún aspecto del ser humano por valorar. Esa valoración del hombre implica que el ser humano pueda disfrutar con su cuerpo. Hay una valoración del placer, una tendencia a no tener límites, a disfrutar de la vida. Esto trae, como consecuencia, la disminución de los valores morales y la corrupción de las costumbres debido, en gran parte, al debilitamiento del sentimiento religioso.
Hay una verdadera revolución provocada por los descubrimientos científicos y geográ-ficos. Esto provoca un gran sentimiento de inseguridad (la Tierra no es plana, ni está fija, ni ocupa el centro del Universo).
La ciencia que progresó más rápidamente durante el Renacimiento fue la Astronomía, y los hombres que más se destacaron en ella fueron Copérnico (1473-1543), quien llegó a la conclusión de que la Tierra es un planeta que gira alrededor del Sol (sistema heliocéntrico), Kepler (1571-1630), quien confirmó, más tarde, la teoría de Copérnico y formuló las tres leyes que rigen el movimiento de los cuerpos celestes, y Galileo (1564-1642), quien demostró la rotación de la Tierra sobre sí misma en un período de veinticuatro horas y, valiéndose de un telescopio que él mismo había perfeccionado, descubrió las manchas del Sol, los anillos de Saturno y los satélites de Júpiter.
El desarrollo histórico adquiere una importancia fundamental y el hombre del Renaci-miento siente que puede hacer la historia por él mismo. Nicolás Maquiavelo (1469-1527) en su obra “El Príncipe”, plantea esa visión de la historia hecha por el ser humano y dependiente de él. Esto parte de la concepción de que el hombre es un ser dinámico y que evoluciona. En el Renacimiento se experimenta una movilidad social, producto del poder económico de la burguesía en ascenso, a diferencia de lo que sucedía en la Edad Media donde el individuo era estático (si nacía campesino lo era toda su vida).
Se le otorga una importancia fundamental a la educación que busca la armonía entre lo espiritual y lo corporal. Se busca que el individuo pueda desarrollar su propio criterio y capacidad de análisis.